viernes, 3 de diciembre de 2010

PALILLOS CHINOS

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Tengo un perro que no me saca a pasear, un pájaro que no sabe volar, una tortuga que me mira mal y una planta con problemas de personalidad. Me da igual cada uno es como es.

Tengo una tele que no sé sintonizar, una radio que me ha dejado de hablar, una guitarra que se niega a sonar y unos zapatos de claqué con los que no sé bailar. Y que mas da. Tengo a unos vecinos que no puedo soportar, un sicólogo que se quiere jubilar, un psiquiatra con problemas de identidad, y a un amigo ciego que es el único al que no quiero olvidar. Y es que los pequeños sin sentidos de la vida llegan a ser maravillosos. Mires donde mires allí están.

Tengo un libro que soy incapaz de leer, un poema que soy incapaz de escribir, una película que nunca consigo ver y un disco de vinilo pasado de moda que no consigo escuchar. Quizás estoy anclado en el pasado, pero repaso mi vida y me veo rodeado de cosas que no consigo comprender. Tengo una moto que no logro arrancar, una camisa que más vale olvidar, una partitura que no logro entender y un montón de apuntes del colegio que nunca logro tirar. Tengo un móvil que no sé donde está,una pluma que nunca voy a utilizar, unas fotos que siempre están para ver, y unas gafas de esquiar... que la verdad no sé para qué.

Aveces miro a mi alrededor y hay verdaderos misterios. Tengo pintura con la que no voy a pintar, una cámara de fotos que ya no es digital, un montón de cintas de casette listas para olvidar (Dios que pena) Tengo números de teléfono de gente que nunca voy a llamar, cuentas de e-mail que no puedo encontrar, y amigos virtuales que no sé quienes són ni donde están. Tengo tantas cosas que quizás sea mejor olvidar....o reir, o llorar. No, llorar nunca más. Porque tengo un chiste que me hace reír, una canción que me hace cantar, y unos labios que me quieren besar. Que bien!. Tengo un pequeño jardín para meditar (y para limpiar, malditas plantas!), vivo cerca del mar y un montón de campo para pasear.

En fin,hay tantas cosas que nos rodean que aveces no sabemos realmente lo que somos o lo que hemos sido. Cosas que pasan por nuestras vidas y a las que no prestamos atención. AH, por cierto... tengo cintas de video beta, tengo unos palillos chinos.... bueno, mejor callar.

viernes, 22 de octubre de 2010

ZAPATOS ROJOS DE AGUJA

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Detrás de mí escuché el “click” de una puerta al cerrarse. Empezaba a amanecer. Encendí un cigarro y me acomodé en mi gabardina. Había sido una noche intensa. Dentro de la casa había dejado esposada a una cama a una rubia peligrosa vestida con tan sólo unos zapatos rojos de tacón de aguja. Había sido una noche intensa. Di una calada al cigarro. Todavía conservaba el dulce sabor de la mermelada con la que impregné su cuerpo. Ummmm.Dulce como la miel. Era una testigo importante en un caso importante a la que tenía que vigilar. Se me fue de las manos. Quizás fue su mirada. Quizás fue su cuerpo desnudo en la cocina. Quizás fue el bourbon. No hubo piedad y tan sólo algunas palabras.

Me acomodé la pistola, la placa la había dejado dentro. Creo que no la necesitaría nunca más. Asuntos internos me iba a hacer trizas y mi jefe tardaría tres segundos en patearme el culo. Al infierno con todo. Era un hombre nuevo y la vida todavía podía ofrecerme otras cosas. Dentro de la casa alguien maldecía mi nombre. Sonreí. La rubia nunca me olvidaría. Soy un hombre que deja huella. Junto a la cama dejé una nota. En ella estaba mi renuncia y la dirección donde podían encontrar al hombre que buscábamos. Un traficante de alto copete. Aquella muñeca de porcelana había cantado en el mismo momento que probé la mermelada en su linda y suave piel

La ciudad amanecía con notas de blues. Un camión regaba las calles. Me puse el sombrero. Necesitaba un trago. Frente a mí una morena de largas piernas y zapatos rojos de aguja me miró de reojo mientras movía sus caderas. Entré otra vez en la casa. Tenía que recuperar mi placa. Había a alguien a quien tenía que detener. Y es que la vida es como una montaña rusa de la que no te puedes nunca bajar. ¿No crees?

viernes, 23 de julio de 2010

COSAS QUE NUNCA DIJE

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Ha sonado el despertador. Comienza un nuevo día. Te encuentras raro. No has dormido bien. Han vuelto las pesadillas otra vez. Te duele la cabeza y te encuentras cansado. Respiras hondo e intentas levantarte. Sabes que necesitas una ducha y un café cargado.

El agua caliente te hace olvidar muchas cosas que no quieres recordar. Te miras al espejo. Ya casi no reconoces al tipo que tienes delante. La vida te ha abierto pequeños surcos en la piel que no puedes disimular. Tienes la mirada ausente y tus ojos azules ya no brillan.

Bajas a la cocina y te sientas frente a una taza de café. Te gusta sentir su aroma por la mañana. La casa está vacía. Todos duermen. El silencio te hace sentir bien. Hoy es un día como otro cualquiera. Hay que volver a la lucha. No hay tregua.

Antes de marcharte entras en su habitación. Tu hijo duerme. Te acercas despacio. Aunque su piel huele a niño sabes que se está haciendo mayor. Sabes que dentro de poco dejarás de ser el centro de su vida. Quieres detener el tiempo para siempre, agarrarlo y no dejar que se escape .Sabes que él buscará su propia vida y buscará otro centro. No quieres engañarte. Tú también fuiste niño alguna vez y sabes lo que pasa. Sabes que seguirá su propio camino . Tú también buscaste el tuyo. Sabes que tú no lo podrás seguir. Lo irás perdiendo poco a poco. Ya nada será igual. Sabes que el tiempo pasa y no se detiene. Te duele perder su mirada de niño que nunca más volverá.

Te acercas y le das un beso.

Es tarde y tienes que marcharte. El mundo no sabe esperar.

Antes de irte oyes su voz

-Adiós Papá

-Adiós hijo. Te quiero.

Te pones la chaqueta y sales a la calle. Hoy hace frío. La gente pasa por tu lado en silencio. Todos parecen tener prisa. Hoy es un día como otro cualquiera. Y tú te has convertido en un ser que ya sólo sabe recordar.




viernes, 4 de junio de 2010

EL POLI QUE NO LEIA RELATOS DE AMOR

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Era una noche de perros. Llovía. El sonido del agua era igual al sonido que hace un tacón de aguja bajo los pies de una mujer dispuesta a todo. Yo estaba en mi viejo coche. En una mano tenía un cigarro y en la otra una petaca de bourbon. Era la estampa patética de un perdedor.

Desde un oscuro callejón vigilaba la casa de la novia de un pez gordo en busca y captura. Estaba haciendo trabajo de novatos, pero asuntos internos me estaba investigando, un mal asunto sobre una mala bestia que cayó desde mi coche en marcha. Nadie entendió como pudo abrir la puerta estando esposado. Cosas que pasan. Alguien pensó que con un traslado molestaría menos. Sabia decisión.

En la radio sonaba un blues y ante mis ojos se amontonaban las gotas de lluvia. Me heché un trago. Sentí como mis penas bajaban por mi garganta como una ola de fuego.

Una luz de la casa se encendió. Desde mi coche pude ver la silueta de la mujer que vigilaba. Una rubia peligrosa teñida y cubierta por solo una toalla. Suspiré.

Se paró frente a la ventana. Di una calada al cigarro. Parecía que me miraba. Creí ver una sonrisa. Llovía con más fuerza. Pude ver sus labios rojos juntarse para lanzar lo que pareció un beso. Otro trago, lo iba a necesitar.

Acomodé mi pistola, la más grande del departamento, y me puse el sombrero. Crucé la calle bajo la lluvia. Era una noche de perros y yo tenía ante mí una puerta abierta y una toalla blanca en el suelo.

Mis pasos me llevaron hasta la cocina. Me quité el sombrero y me aflojé la corbata. Allí, apoyada en la mesa de la cocina, una rubia teñida de peligro y con zapatos de aguja rojos me esperaba desnuda.

No hubo palabras, solo un cuerpo a cuerpo intenso. Juro que probé al menos 6 salsas diferentes, la harina fue nuestro manto y el aceite nuestro filtro de amor. Nunca mi paladar estuvo más cerca del cielo y nunca hasta entonces pensé que sería capaz de cocinar.

Todo terminó con un cigarro a medias y una sonrisa en los labios. Seguramente a asuntos internos eso no le iba a gustar. Que les jodan.

Como te llamas me preguntó

No tengo nombre muñeca, solo soy un personaje de un relato.

La rubia me miró asombrada.

Tu también pequeña.

¿Y que vamos a hacer?

La miré a sus ojos de gata salvaje. Volvamos a la cocina nos hemos dejado una salsa picante

¿Que hacemos con éste?. Me dijo

Que le jodan

Nota del autor: Por causas ajenas a mi voluntad me veo obligado a suspender este relato por tiempo indeterminado.



viernes, 5 de marzo de 2010

EL CANTANTE DE BLUES Y LA QUIMERA DEL AMOR

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Cuando me dijo que se iba a comprar tabaco yo sabía que nunca más volvería a verla. Nunca había fumado. En una mano tenía la plancha y en el fuego una de esas tortillas que tanto le gustaban. Y aún así… me dejó. Me quité los rulos, mi bata manchada de tomate y me prometí no llorar. Eso ya era ceder demasiado para alguien a quién habían dejado. Mis tres hijos aveces me preguntan por su madre. Yo no sé que decirles, cojo mi escoba y no dejo de barrer, no tendrán madre, pero si una casa limpia.

Mis amigos del “Super “ me dicen que la han visto sentada en un Ferrari con alguien más joven, más guapo y con más dinero que yo. Tenían la música a tope y ella no dejaba de reír. Cosas del cruel destino. Quizás yo era demasiado poco para ella, quizás no le diera todo el sexo que ella necesitaba, quizás en el fondo nunca le gustaron mis tortillas, ni siquiera la francesa.

La vida no fue fácil para nosotros, había quatro estómagos que llenar y montón de letras pendientes de pagar. Pero la vida es una de esas cosas que nadie es capaz de entender, cuando menos te lo esperas alguien te mira a los ojos y te abre una puerta trasera donde tienes tiempo para escapar.

Encontré trabajo de vocalista en una banda de Blues “The Quartet blues band”, todas las noches cantaba en un viejo y oscuro club de Jazz. Con mi voz rota y mi alma negra cantaba historias de desamor, olvidos, penas y tortillas que nunca más se comieron.

Poco a poco fuimos cogiendo algo de fama, empezaron los buenos contratos, los mejores clubes y toda aquella gente guapa que comenzaron a hacer cola para oírme cantar. Mis hijos fueron a los mejores colegios y yo me compré un ferrari rojo con el que pasear.

Muchas mujeres quisieron cuidar de mí, juro que en más de una ocasión caí en la tentación, les llevaba a mi casa y cocinaba solo para ellas, alguna vez cosí una falda que otra. Pero soy hombre de una sola mujer y siempre acabo llorando y contando cuando ella me dejó.

Me han dicho que hay otra mujer, más joven y más guapa sentada en el Ferrari de aquel guaperas del tres al cuarto. Y por mucho que pregunto nadie sabe decirme por donde anda. Pero aveces cuando canto en el club siento que desde un oscuro rincón alguien me mira y escucha llorando mi triste blues que habla de amores, desamores, de hombres, mujeres…y de cientos de tortillas que nadie nunca más comió.

Y es que la vida es un blues…¿no crees? oh yeaaaaa!!!

viernes, 5 de febrero de 2010

PERDICIÓN

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La vida tiene ojos de mujer y cuerpo de blues. Por eso cuando le dijeron adiós todo se derrumbó. Cogió sus cosas de su mesa , miró a su jefe y se marchó. Ahora Estaba sentado en un taburete de un viejo y oscuro bar de mala muerte, en una carretera perdida y muy lejos de su casa. En una mano tenía un cigarro, el primero en 10 años, y en la otra un bourbon con hielo. Se había quitado la corbata que tantos años había llevado y se desabrochó la camisa. A la mierda. Murmuró.

Se bebió de un trago el bourbon intentando encontrar a Dios en el fondo del vaso y le pidió al camarero que dejara la botella. La noche era muy larga y el diablo rondaba buscando a su víctima. Su imagen se reflejaba en el cristal que había detrás de la barra. Sonrió. Podía reconocer a un perdedor a una milla de distancia. Apagó un cigarro y encendió otro. Tosió. No estaba acostumbrado.
Dos borrachos discutían y en el fondo del bar una muchacha joven parecía llorar. En una de las mesas un viejo hablaba solo y en una esquina alguien trajeado esnifaba polvo blanco.

Empezaba a arrepentirse de haberse parado allí cuando alguien se sentó a su lado...
Uno de los dos borrachos rompió una botella. Pelea seguro.

¿Me das fuego?. Dijo una voz de mujer. Una rubia platino salida de la nada lo miraba desde el otro taburete. Por mucho que lo intentó no olió a azufre. Le encendió un cigarro y le invitó a un bourbon. Era un hombre solo y perdido y tenía una historia que contar.

El camarero llevó un vaso de leche a la joven que no dejaba de llorar, tenía un hijo en su vientre al que tenía que cuidar. El viejo babeaba y el ejecutivo no paraba de reír. Uno de los borrachos yacía en el suelo.

La rubia humedeció sus labios y clavó su mirada en sus ojos. Un gato negro pasó por delante de ellos cuando se perdieron en el oscuro reservado. Fuera aulló un perro. Fue un cuerpo a cuerpo intenso que terminó con un trago y un billete grande en el escote. El galló cantó tres veces cuando salía por la puerta. El bar estaba vacío. El camarero tenía una sonrisa misteriosa en su cara.

Por cierto como se llama este bar. Preguntó antes de salir.
PERDICIÓN. Respondió el camarero.

Subió a su coche, le quedaba un largo viaje y muchas cosas que explicar a su mujer.
Y es que la vida está escrita con notas de blues que nadie sabe leer.
Amen.
Por cierto, si alguna vez quieres saber donde esta ese bar yo te lo puedo decir, no hace mucho estuve allí.

viernes, 8 de enero de 2010

CREDO

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¿Por qué?¿ Para qué?, a mi que me importa, nada tiene sentido, mis brazos siempre se mueven cuando ando, se balancean sin querer pretender nada mas. La vida pasa por delante de mis ojos sin querer detenerse, sus labios son dulces y su piel transparente. Me miro en un espejo y aun puedo ver al niño que jugaba en la calle. Todo es diferente, todo ha cambiado y sin embargo nadie me ha preguntado nada. Al diablo con todo, que alguien me explique porque esta obra de teatro se mueve en el absurdo.
Paso junto a un callejón. Un hombre sentado en el suelo se aferra a una botella. Está perdido. Él lo sabe. Sus ojos son oscuros. Sus labios se aprietan cuando intenta sonreírme. Le digo adiós. Nadie nos ha preguntado nunca que queremos ser. Jugamos. Toda la vida jugando a un juego que empieza a cansarme. Dejé de creer en Dios cuando supe deletrear “h-o-m-b-r-e” y camino más libre porque todo lo que hay es todo lo que soy.

El sol se esconde tras de un edificio. Quizás mañana sea otro día, quizás mañana ya no amanezca, quizás alguien me diga de que va todo este juego. Mientras tanto busco, no dejo de buscar a alguien que me pueda entender, a alguien que me pueda explicar porque mi mente ha creado este mundo tan vacío, porque la nada ha tomado forma y porque alguien le ha puesto alma.

Entro en el tren. Nadie habla. Miro sus caras. Son grises. Quizás ellos tengan su propio mundo, quizás ellos encuentran sentido a este rompecabezas. Quizás nuestros mundos sean paralelos, quizás nunca se crucen nuestras miradas, quizás ni tan siquiera puedan verme, quizás yo tampoco les veo. Alguien ríe estrepitosamente. Todo me parece más absurdo.

Descubro unos ojos de color de miel frente a mí. No puedo dejar de mirarlos ¿Por qué? ¿Para qué? Qué más da. Nada tiene sentido. Solo sé que mi corazón se acelera y que por un segundo he dejado de existir. El tiempo se detiene, vuelvo a la realidad. Sonrío. Ella sonríe. Todo vuelve a comenzar, estoy destinado a jugar. Sartre tenía razón. El infierno siempre, siempre son los otros.

El tren se ha detenido. Nunca se ha puesto en marcha. He descubierto que los ojos de color miel nunca han existido. Es mi mente la que se mueve, es la mente la que me engaña. Alguien ha dejado de creer.