viernes, 8 de enero de 2010

CREDO

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¿Por qué?¿ Para qué?, a mi que me importa, nada tiene sentido, mis brazos siempre se mueven cuando ando, se balancean sin querer pretender nada mas. La vida pasa por delante de mis ojos sin querer detenerse, sus labios son dulces y su piel transparente. Me miro en un espejo y aun puedo ver al niño que jugaba en la calle. Todo es diferente, todo ha cambiado y sin embargo nadie me ha preguntado nada. Al diablo con todo, que alguien me explique porque esta obra de teatro se mueve en el absurdo.
Paso junto a un callejón. Un hombre sentado en el suelo se aferra a una botella. Está perdido. Él lo sabe. Sus ojos son oscuros. Sus labios se aprietan cuando intenta sonreírme. Le digo adiós. Nadie nos ha preguntado nunca que queremos ser. Jugamos. Toda la vida jugando a un juego que empieza a cansarme. Dejé de creer en Dios cuando supe deletrear “h-o-m-b-r-e” y camino más libre porque todo lo que hay es todo lo que soy.

El sol se esconde tras de un edificio. Quizás mañana sea otro día, quizás mañana ya no amanezca, quizás alguien me diga de que va todo este juego. Mientras tanto busco, no dejo de buscar a alguien que me pueda entender, a alguien que me pueda explicar porque mi mente ha creado este mundo tan vacío, porque la nada ha tomado forma y porque alguien le ha puesto alma.

Entro en el tren. Nadie habla. Miro sus caras. Son grises. Quizás ellos tengan su propio mundo, quizás ellos encuentran sentido a este rompecabezas. Quizás nuestros mundos sean paralelos, quizás nunca se crucen nuestras miradas, quizás ni tan siquiera puedan verme, quizás yo tampoco les veo. Alguien ríe estrepitosamente. Todo me parece más absurdo.

Descubro unos ojos de color de miel frente a mí. No puedo dejar de mirarlos ¿Por qué? ¿Para qué? Qué más da. Nada tiene sentido. Solo sé que mi corazón se acelera y que por un segundo he dejado de existir. El tiempo se detiene, vuelvo a la realidad. Sonrío. Ella sonríe. Todo vuelve a comenzar, estoy destinado a jugar. Sartre tenía razón. El infierno siempre, siempre son los otros.

El tren se ha detenido. Nunca se ha puesto en marcha. He descubierto que los ojos de color miel nunca han existido. Es mi mente la que se mueve, es la mente la que me engaña. Alguien ha dejado de creer.

1 comentario:

amelia dijo...

¿tú creés que nadíe puede entrar en nuestro mundo, que no hay otro ser que nos entienda y nos indique el porque?, bueno, igual será que aquí no hay tren, y por eso nos empecinamos o me empecino en creer.Por cierto me robaste lo de los ojos color miel, eso es mio, pero estamos en paz, yo te robe tu musica y mirar en los ojos el infinito.
Magnifico relato, el final esta genial, saludos