viernes, 22 de octubre de 2010

ZAPATOS ROJOS DE AGUJA

HAZ UN CLICK EN LA IMAGEN



Detrás de mí escuché el “click” de una puerta al cerrarse. Empezaba a amanecer. Encendí un cigarro y me acomodé en mi gabardina. Había sido una noche intensa. Dentro de la casa había dejado esposada a una cama a una rubia peligrosa vestida con tan sólo unos zapatos rojos de tacón de aguja. Había sido una noche intensa. Di una calada al cigarro. Todavía conservaba el dulce sabor de la mermelada con la que impregné su cuerpo. Ummmm.Dulce como la miel. Era una testigo importante en un caso importante a la que tenía que vigilar. Se me fue de las manos. Quizás fue su mirada. Quizás fue su cuerpo desnudo en la cocina. Quizás fue el bourbon. No hubo piedad y tan sólo algunas palabras.

Me acomodé la pistola, la placa la había dejado dentro. Creo que no la necesitaría nunca más. Asuntos internos me iba a hacer trizas y mi jefe tardaría tres segundos en patearme el culo. Al infierno con todo. Era un hombre nuevo y la vida todavía podía ofrecerme otras cosas. Dentro de la casa alguien maldecía mi nombre. Sonreí. La rubia nunca me olvidaría. Soy un hombre que deja huella. Junto a la cama dejé una nota. En ella estaba mi renuncia y la dirección donde podían encontrar al hombre que buscábamos. Un traficante de alto copete. Aquella muñeca de porcelana había cantado en el mismo momento que probé la mermelada en su linda y suave piel

La ciudad amanecía con notas de blues. Un camión regaba las calles. Me puse el sombrero. Necesitaba un trago. Frente a mí una morena de largas piernas y zapatos rojos de aguja me miró de reojo mientras movía sus caderas. Entré otra vez en la casa. Tenía que recuperar mi placa. Había a alguien a quien tenía que detener. Y es que la vida es como una montaña rusa de la que no te puedes nunca bajar. ¿No crees?