viernes, 8 de mayo de 2009

HAY COSAS QUE NUNCA CAMBIAN

Quieres bailar? clika en la imagen. igual te gusta y...



Yo era un tipo con suerte, allí estaba en la barra del bar de un lujoso transatlántico, con un traje que no era mío y con unos zapatos que me regaló mi padre. Delante de mí tenía un Martini seco y a mi lado dos solitarios con el culo pegado a un taburete. Seres perdidos esperando un golpe de fortuna.

La música sonaba mientras miraba como el hielo flotaba en mi Martini. Fue entonces cuando la vi. Una rubia platino enfundada en un traje blanco bajaba las escaleras del salón como solo lo hacen aquellas mujeres que se sienten únicas. Balanceaba sus caderas al son de una ´música que no pudo detenerse. Mis zapatos me apretaron un poco más. Se sentó en una mesa cerca de la pista de baile. Estaba sola. Yo era un tipo con suerte y la noche era hermosa.

La orquesta del barco toco una canción, nuestra canción. Me levanté, me bebí de un trago el Martini y decidí probar fortuna. Era el momento de cambiar a mis amigos por aquel sueño. No era mal cambio. Me planté delante de ella. La miré. Me miró. Nos miramos. Le tendí mi mano…ella se levantó como el mar ante Moisés y me arrastró hasta la pista de baile. Definitivamente yo era un tipo con suerte.

Le puse mi mano en su cintura y ella pasó sus brazos alrededor de mi cuello. Sentí el calor dulce de su cuerpo y el azul intenso de sus ojos. Allí estaba yo, en un barco de lujo con la chica más bonita que jamás había visto. A veces la vida te guarda sorpresas que alguna vez soñamos y que nunca esperamos tener. Sin saber cómo, pero me estaba enamorando al son de aquella música que hacía que su cuerpo convertido en olas se estrellase una y otra vez contra mi playa.

Alguien tocó mi hombro, un oficial vestido de blanco uniforme y cargado con una sonrisa blanca y reluciente me pedía paso. El la miró. Ella lo miró. Yo los miré. Tres son multitud. Mis zapatos aquellos que un día me regaló mi padre me comenzaron a apretar. Creo que necesitaba tomar un poco de aire.

Yo era un tipo con suerte, siempre lo había sido, tenía todo lo que había que tener, un buen traje y unos buenos zapatos. Y ahora allí estaba, en la cubierta del Titanic navegando a todo trapo rumbo a Nueva York. Dentro aún bailaban. Fuera alguien gritó “iceberg ¡¡¡”.