miércoles, 26 de noviembre de 2008

LOS CAMINOS DEL SOL

Haz click en la imagen y escucha el sonido de África

El viento descendió de las cumbres del Kilimanjaro para cruzar por la sabana dejando a su paso el susurro de aquellas voces que se alzan en nombre de la otra África. El sol volvía a nacer tras el horizonte despertando como tantas otras veces a un mundo que se perdía en los orígenes de la vida.

Los primeros rayos fueron la señal que todos estaban esperando. El poblado había salido a despedirle, nadie quería perderse aquel momento, sus rostros eran una extraña mezcla de emoción y alegría, una especie de sentimiento que embargaba a un pueblo que miraba sin miedo al futuro.
El joven masai sabía que había llegado su hora , cogió con fuerza su lanza y comenzó a correr… a sus espaldas el viento solo le pudo llevar los ecos de una canción muy antigua que su pueblo siempre había cantado en cada iniciación, aquella en la que el niño moría para dar paso al guerrero.
El sol ya había recorrido la mitad de su camino cuando el joven masai se detuvo. Respiró profundamente, y escuchó el lenguaje del aire, con sus grandes manos tocó el suelo y la tierra le habló de sus secretos. Y´mba, cerró los ojos y dió gracias al Dios de todas las cosas por ser tan generoso con él, por fin había encontrado lo que estaba buscando, por fin había encontrado al león que había ido a matar. Miró al horizonte y comenzó a correr, algo muy especial embargó su corazón, su destino y el espíritu de aquel animal se habían unido ya en un lazo que tan solo la muerte sería capaz de separar.
Y´mba pisaba con fuerza aquella tierra tan antigua mientras resonaba en su cabeza los cánticos que su pueblo le dedicaron en su honor. Su sombra desgarbada se adelantaba a cada uno de su pasos y su tela roja que cubría su cuerpo le hacía alguien capaz de vencer al más duro de los destinos. El viento, fiel testigo de aquel acontecimiento, volvía a surcar entre las hierbas y los árboles de la pradera despertando a la vida aquellos animales que con ojos oscuros se alzaban para mirar como la figura de aquel masai seguía el camino del sol.
Fue entonces cuando pudo escuchar el sonido roto rasgar el silencio del atardecer. Y´mba se detuvo y algo en su corazón se estremeció. Corrió con fuerza, algo dentro de sí se estaba rompiendo, corrió como nunca nadie lo hizo, como nunca nadie lo hará, esperando que no fuera cierto, esperando que nadie robara su sueño, su destino. Cuando llegó a aquel lugar solo pudo ver la mirada agónica de un león mientras regaba con su sangre la tierra que él mismo pisaba. La sangre que hizo verter una bala asesina. Y´mba acarició la cabeza de aquel majestuoso ser sintiéndose el más triste de todos los hombres, sintiendo lo inútil que era la muerte de cualquier ser vivo. Pero el joven masai descubrió que no estaba solo, a su espalda un cachorro de león lo miraba sin entender que la vida a veces no tiene sentido.

Cuando el joven masai apareció al final del camino, el pueblo le aguardaba en silencio, venía andando y con la cabeza agachada, el viento del norte no parecía traer buenas noticias, en sus manos solo llevaba su lanza y un cierto espíritu de desolación. Y´mba se detuvo a pocos metros del poblado, fue entonces cuando su gente pudo ver como detrás del joven masai un pequeño cachorro de león seguía sus pasos. Fue entonces cuando sus silencios se transformaron en sonrisas y las mujeres entonaron la canción del joven guerrero, aquel que no había traído la piel de león sobre sus espaldas, sino que trajo consigo lo más importante de todo ser vivo, su propio espíritu.

Una joven corrió hacia él, Y´mba enseñó sus dientes de color nácar, se había marchado siendo un niño y había vuelto con el corazón de un guerrero masai.

viernes, 31 de octubre de 2008

Quiero ser como Philip Marlowe................. Los Ángeles blues

Escucha blues .cliking. reading.

El blues es como el aire, empiezas a respirarlo y no te abandona hasta que te mueres.
Los Angeles 1937.
Allí estaba yo delante de la puerta de aquel club, al final de la av. 45 en el west side. Hacía una noche de perros, delante de mí un gorila 2x2 rapado a cepillo me miraba fijamente. Bajé el ala de mi sombrero, encendí un cigarro y le enseñé mi placa. Ábrete sésamo.
Aquel garito oscuro como la boca de un lobo era un auténtico antro. Nunca llevaría allí a mi abuelita. Unas cuantas mesas, unas cuantas sillas, un escenario y unos músicos de blues. Me acerqué a la barra, una camarera rubia platino movió sus caderas bajo el estrecho vestido. No me sonrió. Aquella muñeca era capaz de oler a un poli a mil yardas. Un bourbon please. Volvió a mover sus caderas. Definitivamente aquella preciosidad y yo nunca llegaríamos a nada, no era mi noche.
El local estaba casi vacío, humo, perversión y un par de negratas cargados de artillería que me miraban desde el otro extremo de la sala. Definitivamente no era mi día de suerte. Al fondo del salón cuatro hombres jugaban una partida de cartas. Mi presa estaba allí. Más alto, más fuerte y más guapo que yo. Cosas del destino.
El blues más que una música es un sentimiento, una forma de sentir.
Dejé mi barra, a mi rubia y con pasos cortos me planté delante de mi hombre. El tipo escondido detrás de unas gafas oscuras me sonreía divertido. Juro que no vi nada gracioso a mi alrededor. Bajé el ala de mi sombrero, encendí un cigarrillo. Él, sin perder la sonrisa, me llenó un vaso de bourbon. Nunca bebo con cabrones. Aquella fue la señal, nunca en mi vida vi tanto armamento junto, los negratas, los compañeros de mesa, hasta la rubia tenía una pistola apuntándome. Afortunadamente la banda seguía tocando.
Pero era tarde, mi magnum del 45 special star, se encontraba en aquellos momentos apoyado en la frente de alguien que dejó de sonreír. Nadie se movió. Al fondo escuché las sirenas de los coches de policía. Como siempre la poli llegaba tarde.
El blues nace de una tristeza, símbolo de una persecución
Todo había terminado felizmente. Me acerqué a la barra. La rubia platino enfundada en un traje rojo había desaparecido. Nunca llegaríamos a nada. De un trago me bebí mi bourbon. Cogí la botella y me llené de nuevo el vaso. Algún día tendría que dejar de beber.
La banda de blues seguía sonando. Levanté mi vaso. Va por vosotros.

jueves, 30 de octubre de 2008

BUSCANDO A HOLDEN CAULDFIELD


Yo tenía 17 años y todo un verano por delante. No había sido un buen año, no me encontraba bien, había dejado a mis amigos y busqué la soledad.Me había comenzado a preguntar cosas a mi mismo que no podía contestar, cosas a las que todavía no estaba preparado para responder.Mis padres estaban preocupados porque mis excelentes notas se habían transformado en cinco asignaturas para septiembre, no entendían lo que pasaba hasta que alguien les llamó para explicarles que hacía semanas que no aparecía por clase. Me negué a volver, allí no podían enseñarme la manera de responder a mis preguntas, allí todo era vano, oscuro y vacío, tan vacío como me encontraba yo en ese momento.

Yo tenía 17 años y no encontraba sentido a nada, estaba poco preparado para ser feliz. Por eso una mañana de verano cargado con todos los libros que pude pedir me encerré en mi habitación...y´me entregué a la droga de la lectura, busqué una salida en cada renglón, en cada frase, en cada palabra, en cada historia, en cada personaje, quería huir, irme tan lejos de esta realidad como fuera posible...leí con pasión, con entrega, con ilusión, "La metamorfosis""1984""Un mundo feliz" "LObo estepario" "Sidharta""La perla""La senda del perdedor""La conjura de los necios" y tantos otros.... quería ser libre, quería crear mi propio mundo, buscaba un significado a mi vida, quería encontrar el secreto de la realidad que me envolvía...

Pasaron semanas y apenas había salido de entre aquellas cuatro paredes, ya solo me quedaba un libro "El guardian entre el centeno" recuerdo que después de leerlo, cogí una mochila, algo de dinero, le dejé una nota a mis padres y me subí al primer tren que me llevara junto al mar.

Allí, con las últimas palabras de aquel libro que volví a leer, me sorprendió la noche. Dormí junto a una barca hasta que el frío de la mañana me despertó, aquella noche soñé con tener un barco y navegar solo por todo el mundo, sin llegar a puerto, sin ver a nadie, alejado de todo y de todos, recuerdo que aquella noche fuí más libre de lo que había sido nunca... pero el sol me robó mis sueños y ya nada fue cierto.

Ahora desde mi mundo de adulto siento cariño por ese joven de ojos grises que quiso ser viento y mar. Yo, que ya no duermo en playas, sueño como él con tener un barco y recorrer el mundo, sueño con descubrir el secreto de la vida y saber por fin porque no puedo ser feliz.

EL DESEO Y EL MAR

martes, 28 de octubre de 2008

QUIERO SUSURRARTE UN CUENTO

Haz un clik en la foto y siente el eco del susurro

Aún recuerdo a mi abuelo sentado en su gran sillón, aún recuerdo sus viejas arrugas y sus ojos cansados…Y aún siento como sus palabras pausadas llegan hasta los oídos de aquel niño que le pedía constantemente que le contara un cuento. Han pasado ya muchos años, pero me siento como el primer día que me habló del águila, del roble y de la flor, aquella flor que quiso ser parte del viento.

En lo alto de la montaña, allí desde donde la madre naturaleza vigilaba los valles y las cumbres, allí donde nacía el gran rio que cruzaba tierras y ciudades, allí donde el hombre era incapaz de habitar, allí hacía mucho, pero mucho tiempo habitaba el gran roble. UN árbol majestuoso, de tronco enorme que se alzaba desde el suelo desafiando con sus ramas el vuelo raso de las nubes y la fuerza del viento.
El gran árbol era el gran protector, bajos sus ramas la nieve nunca caía y en verano su sombra protegía de los rigores del sol. Fue allí, en una tierra fértil y esponjosa cubierta siempre en primavera de flores de colores donde nació una pequeña pero hermosa flor lila.
Con el paso de los días la primavera se fue extendiendo por las laderas de la montaña y por los valles profundos, la flor se hizo más bella y más fuerte. Por encima de sus hermanas ella resaltaba con sus pétalos lila y con sus hojas de terciopelo. Pero era un flor diferente, no le importaba que todos los demás la consideraran la más hermosa de las flores que habitaban bajo el roble, ella solo pensaba en el gran rio y como sus aguas bajaban las laderas de la montaña buscando el más allá, ella solo miraba al gran águila levantar el vuelo desde su nido en la muralla de piedra para perderse en el horizonte, ella solo miraba como el gamo recorría las praderas buscando su camino… y se sintió el más desgraciado de todos los seres, ella nunca podría abandonar la tierra del gran roble, nunca podría saber que existía más allá de las montañas y nunca conocería donde iban a morir las aguas del río.
Pero un día caluroso de mayo, cuando el águila buscaba la sombra fresca del árbol, la flor la llamó.
- Hermana águila, Hermana águila…
- Quién me llama
- Soy yo, estoy aquí….
El águila miro hacia abajo y descubrió a la pequeña flor
- Qué quieres de mí?
- Qué hay tras las montañas?, que puedes ver desde el cielo?
El águila majestuoso le habló de las praderas, de los extraños seres que habitaban en ellas, le habló del mar, allí donde moría el rio, le habló de los cientos de cosas que se escondían tras las montañas
- Quiero aprender a volar- Le dijo de repente la flor
El águila se rió con fuerza
-Acaso no sabes que las flores no vuelan
-Puedo aprender- Insistió la pequeña flor
-No puedes, nunca podrás, nadie ha visto por estos lugares a una flor volar
La flor se sintió triste y lloró gotas de rocío
El águila se conmovió y pensó en una solución.
-Si quieres puedo llevarte en mi pico pero… para ello tengo que arrancarte de aquí
-Si llévame contigo, por favor, llévame contigo!- le gritó la flor
Las hojas del roble sisearon con el viento…no lo hagas, no lo hagas…pero la flor insistió y el águila la arrancó del suelo y se la llevó en el pico.
La flor se elevó en el aire y pudo ver desde allí las cumbres nevadas y los campos poblados por otras flores y otros árboles que crecían en todas partes. La flor se sentía feliz como nunca se había sentido, jugó con el viento, subió montañas, bajó hasta los valles, siguió el camino del gran rio hasta llegar al mar…
-Es la cosa más impresionante que nunca he visto- quiso gritar… pero no pudo, de repente se sintió cansada, sin fuerza, se sintió mustia
-Que te ocurre?- le preguntó el águila
-No lo sé, me siento mal,
Fue perdiendo poco a poco el brillo de sus hojas y el color de sus pétalos, sintió como se le iba escapando la vida cada minuto, cada segundo. Entonces se acordó del gran árbol que la protegía de los fríos del invierno y del calor del verano, se acordó de la tierra esponjosa y suave que cubría su raíz, de su pequeño espacio en lo alto de la montaña
-Quiero volver- le dijo al águila
El águila voló y voló todo lo rápido que pudo, pero solo llegó para depositar a una pequeña flor sin vida a los pies del Roble, allí donde había nacido.

Aún recuerdo la mano de mi abuelo subiendo la montaña por el camino que conduce al gran árbol, aun recuerdo sus pasos lentos y su respiración cortada… y aún recuerdo aquella bella flor, la más bella entre las flores que había nacido de la semilla de una pequeña flor muerta, la única entre sus hermanas que pudo ver el mar

lunes, 27 de octubre de 2008

Navegando en la noche


Un día le hice una pregunta a mi maestro
-¿Cual es el verdadero camino?
-Lo tienes ante tus ojos-respondió
-Como es que no puedo verlo por mi mismo?
-Porque estás pensando en ti mismo
-Y que ocurre contigo, tu puedes verlo?
-Mientras veas doble diciendo "yo no", "tú sí" y así sucesivamente, tus ojos estarán nublados
-Cuando no hay tu ni yo ¿puede uno verlo?
-Cuando no hay ni "yo" ni "tu" ¿quién és el que quiere verlo?

Un dia le dije a mi maestro que quería estudiar mucho para alcanzar la verdad
mi mestro me dijo: - Cuando más la estudies más lejos estará de ti
-Entonces si no la estudio ¿como puedo conocerla?
-La verdad no pertenence ni a las cosas vistas, ni a las cosas conocidas ni desconocidas. No la busques, no la estudies,ni lo nombres. Para encontrarla ábrete tan ampliamente como el espacio

viernes, 24 de octubre de 2008

¿QUE ES EL ZEN?

El Zen es muy simple...¿Qué eres? Por todas partes cada uno busca la felicidad fuera,
pero nadie entiende su verdadero ser en su interior.
Todo el mundo dice: "Yo. Yo quiero esto, me gusta eso..." Pero nadie entiende este
"Yo." Antes de que nacieras, ¿de dónde viniste? Cuando mueras, ¿a dónde irás? Si te
preguntas sinceramente, "¿Qué soy?" tarde o temprano toparás con un muro en el que
todo pensamiento es cortado. Llamamos a esto "No-sé"
El Zen es mantener esta mente "No-sé" siempre y en todo lugar.
Al caminar, permaneciendo de pie, sentado,
tumbado, hablando, permaneciendo
en silencio, moviéndote, estando tranquilo.
En todo momento, en todo lugar, sin
interrupción : ¿Qué es esto?
Una mente es infinitos kalpas.
La meditación en el Zen significa mantener una mente "No-sé" al postrarte, al cantar
y sentarte Zen. Esta es la práctica Zen formal. Y cuando hagas algo, solamente hazlo.
Cuando conduzcas, sólo conduce; cuando comas, simplemente come; cuando trabajes,
sólo trabaja.
Finalmente tu mente "No-sé" se volverá clara. Entonces puedes ver el cielo, sólo azul.
Puedes ver el árbol, sólo verde. Tu mente es como un espejo claro. Rojo viene, el
espejo es rojo; blanco viene, el espejo es blanco. Una persona hambrienta viene,
puedes darle de comer; una persona sedienta viene, puedes darle algo de beber. No
hay deseo para mí mismo, solamente para todos los seres. Esto es lo que llamamos
Gran Amor, Gran Compasión, el Gran Camino del Bodhisattva. Es muy fácil, no es
difícil.
Así que Buda dijo que todos los seres tienen la naturaleza Búdica (naturaleza
iluminada). Pero el Maestro Zen Joju dijo que el perro no tiene naturaleza Búdica.
¿Cuál de los dos es correcto? ¿Cuál de los dos está equivocado? Si encuentras esto,
hallarás el verdadero camino.

claro luna

CLARO DE LUNA EN DO SOSTENIDO MENOR OPUS 27

Clic! Clic!
La tarde oscura moría detrás de una Barcelona que apuraba los últimos años del siglo XX, era una luz tenue, suave, traslúcida y limpia la que ocultaba la ciudad a los pies del Tibidabo. De espaldas al sol y aprovechando el momento ideal para inmortalizar el instante, la cámara de fotos de David Ábaco, no cesaba de abrir y cerrar su diafragma. Era la mejor hora para el fotógrafo aficionado, así por lo menos se lo habían recomendado aquellos que decían entender, pero él también lo creía. Barcelona parecía bañada por esa luz naranja de finales de otoño y por el azul intenso del mar que se extendía a sus pies como una alfombra de sueños para morir en el horizonte pálido del cielo. Desde allí arriba, a pesar del aire frío que comenzaba a presagiar el invierno, el espectáculo era triste y hermoso
No era la primera tarde, ni sería la última, que David cargaba con su equipo y recorría los senderos de Collserola para disparar con su cámara, siempre preparada, cualquier cosa que su mirada atenta y observadora captase como bello.
David era un tipo alto, de ojos grandes y azules que denotaban soledad y tristeza en sus 40 años ya vividos de desengaños y fortunas. Andaba con firmeza por los caminos agrestes de la montaña, con una seguridad de alguien a acostumbrado a lo inhóspito del bosque y del lugar. Su cuerpo era fuerte y sus manos las de alguien predestinado a la lucha por la vida.
Clic, clic,clic
Una hermosa flor se abría a sus ojos invitando al espectáculo de la naturaleza y del misterio; amarilla y blanca jugaba con la semioscuridad donde se ocultaba. Una de las últimas mariposas parecía aprovisionarse del néctar ya triste del otoño en Barcelona, los otoños de una ciudad cosmopolita y mundana.
Hacía ya casi un año que había dejado la facultad y sus clases de lógica y epistemología, un poco harto ya de su vida buscaba ese cambio que todos aspiran tener, corría tras una oportunidad que nunca se presentaba, corría tras el sueño de la vida y de su felicidad. Fue feliz, lo reconoce, pero la felicidad como el amor, su amor, nunca fueron eternos, como tampoco fue eterna esa relación que estalló entre sus manos salpicando todo lo que le rodeaba. Desde entonces buscó la redención, buscó el camino y el guía para salir de todo aquello que le ahogaba. Se había equivocado y el reconocerlo le hacía sentirse sin posibilidad de buscar ningún perdón. Lo dejó todo, su trabajo, su vida, su autoestima y hasta ese amor que tanto amó y que enterró entre los recuerdos de un viejo cajón y entre unas viejas cartas que siempre escribió y que nunca se atrevió a mandar.
Ahora todo parecía demasiado cercano para reflexionar, demasiado caliente para pensar, él, que se había pasado la vida enseñando a razonar, descubrió que la razón era simplemente una trampa que le tendió la vida para no perderse en el desconsuelo de su propia limitación. Ahora, como esa colección de materias muertas que se almacenaban en la caja oscura de su cámara, pertenecía al género de las personas en busca de una identidad nueva que le ayudase a encontrar un poco mas de sentido al hecho de existir en ese mismo momento.
Clic, Clic
Con su largo objetivo capturó a un alegre pajarillo que sostenía en su pico alguna presa diminuta que aun se movía y que había caído prisionera de sus propios errores, aquellos que él cometió alguna vez, y que por su causa, como aquel pobre insecto, fue devorado sin escrúpulos por otro más grande, más fuerte y más hambriento, sin duda.
Clic, Clic
Una vieja encina con una forma extraña rompía el horizonte.
Había decidido darse tiempo, había decidido ejercer su facultad de pensar de una forma gratuita en su propio provecho y en su propio beneficio, y estaba lo suficiente loco y desesperado como para poder hacerlo. Quería ordenar su vida después de la marea final, después de perder todo lo que le importaba había decidido llegar por si mismo a alguna parte, allí donde el oleaje amainase y donde empezase a pisar otra vez tierra de una manera más segura y más firme
Clic, clic
La tarde moría lentamente y la montaña que tenía a sus espaldas terminaría por engullir una ciudad que no podría escapar a sus propias raíces y a su propia historia. Siempre había sido así y siempre lo sería.
Clic, Clic
Era el momento de volver a su casa, un piso pequeño, pero cómodo, donde meses atrás se había trasladado con lo que le había quedado del naufragio. Un lugar pequeño para adaptarse a la osadía de vivir consigo mismo, sin duda una de los peores retos a los que se tenía que enfrentar, a la valentía de sentir sus ideas, sus pensamientos, a la dureza de estar sometido a la dictadura de la razón, que hora tras hora en la soledad del piso, le recriminaba todas aquellas cosas que alguna vez hizo mal y que le censuraba constantemente la valentía de ser libre en sus aciertos y en sus errores.
Clic, clic
Bonita vista
Podría vivir por algún tiempo sin preocuparse de nada antes de volver otra vez a la dureza del día a día, a la dureza de la rutina y a sentir sobre sus talones los pasos de los viejos fantasmas que siempre acabarían por devorarlo. Quizás por entonces fuese otro hombre, quizás más duro, quizás con más suerte , quizás fuese el mismo que nunca tuvo que ser, o quizás para aquel entonces ya estuviera muerto y olvidado para toda aquella gente que alguna vez tuvo voz y voto en su vida. Nadie lo sabe, ni nadie lo sabrá, ahora estaba allí en medio de la montaña porque quería estar, porque le apetecía estar, porque quería fotografiar algo que no pudiera ver, o algo que no pudiera tener, quizás descubriese cosas que nunca había visto o quizás esperaba fotografiarse a sí mismo. Eso nunca se sabrá, solo sabe que le apetecía... Clic, Clic… y que se sentía mejor cuando lo hacía y porque nunca antes lo había hecho y porque allí quizás no se encontrase lo suficientemente desesperado como para sentirse solo y tal vez abandonado.
Clic clic,
Las últimas fotos, una mirada postrera a la ciudad y un adiós sinuoso. El día moría lánguidamente, era la forma perfecta de morir, la vida se le escapaba de las manos sin darse cuenta y sin saber cómo.
Empinó el estrecho camino entre los matorrales y se dirigió a su pequeño coche donde nadie le esperaba, solo el silencio estruendoso de la montaña mágica, las palabras del viento al romperse contra los árboles y el ruido efervescente de los pequeños animales que habitan en nunca sabe donde.
Era la hora de regresar, se sentía cansado y aturdido de ese largo paseo, no sabía ni él porque ni el cómo había ido a parar allí, pero allí estaba, lejos de todas partes y dispuesto a nada. Abajo solo le esperaba su pequeño apartamento y su montón de sueños rotos almacenados como trastos viejos en algún rincón oculto de su habitación.
Arrancó su coche y se deslizó montaña abajo jugando con la carretera y sus estrechas curvas de asfalto negro, tan negro como los ojos que un día al mirarle le dijeron adiós y no lloraron.
En su coche sonó “Claro de luna” de Bethoveen, no sabía si era casualidad o si así lo había previsto, pero allí estaban aquellas notas vibrando ante su oído, notas que se deslizaban por su cuerpo como la lluvia que comenzaba a caer.
Caía lentamente, enturbiando sus pensamientos más profundos, incapacitándole para pensar desde su frialdad objetiva. Todo adquirió un color distinto, todo parecía transformarse ante las notas de aquel piano asesino que mataba su soledad. Se dejó llevar en aquel viaje a ninguna parte que comenzaba a deshacer sus sentimientos, respiró profundamente y firmó su rendición sin condiciones. ¿Porque había de sonar aquella música en un día como aquel, porque había querido escuchar aquellas notas que tantos recuerdos traían a su mente y que tanto daño le hacían? Eran sonidos, que como casi siempre, eran sonidos de otros tiempos y de otros momentos que acababan volviendo para recordarle lo solo que se encontraba.
Sonrió.
La sonrisa se dibujó en su rostro como una mueca ante la nada más absoluta, su sonrisa a veces no tenía sentido solo humanidad, una respuesta que como las olas del mar suelen romper en la orillas de la playa o en las rocas de las costas, olas y sonrisas que como empiezan suelen terminar para no haber existido jamás.
Se sintió diferente en esos momentos, se sintió el centro del mundo, un mundo donde no terminaba de encajar, solo cuando se olvidaba como en aquel momento de quien era realmente, cuando se olvidaba de su vida de perdedor y se entregaba a las notas que vibraban en su oscuro interior de hombre nacido para no saber porque no era feliz.
Empezó a cruzar las primeras calles iluminadas de esa luz tenue entre amarilla y anaranjada que nos anuncia la civilización. La gente caminaba deprisa, agazapados tras los paraguas de tela queriendo ir siempre hacia algún lugar, hacia algún tiempo, arrastrando sus cuerpos tras unos pasos a veces firmes, a veces inciertos, a veces inexistentes, llevando en sus espaldas sus mochilas cargadas de historias y sentimientos que recogen para hacerles más esclavos de la vida, para perderse siempre en una ciudad mojada por la lluvia y por la luz de las farolas que ocultan tras de si la belleza de la noche estrellada.
El quería ver siempre las estrellas.Claro de luna seguía sonando en su interior. Fuera llovía