martes, 28 de octubre de 2008

QUIERO SUSURRARTE UN CUENTO

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Aún recuerdo a mi abuelo sentado en su gran sillón, aún recuerdo sus viejas arrugas y sus ojos cansados…Y aún siento como sus palabras pausadas llegan hasta los oídos de aquel niño que le pedía constantemente que le contara un cuento. Han pasado ya muchos años, pero me siento como el primer día que me habló del águila, del roble y de la flor, aquella flor que quiso ser parte del viento.

En lo alto de la montaña, allí desde donde la madre naturaleza vigilaba los valles y las cumbres, allí donde nacía el gran rio que cruzaba tierras y ciudades, allí donde el hombre era incapaz de habitar, allí hacía mucho, pero mucho tiempo habitaba el gran roble. UN árbol majestuoso, de tronco enorme que se alzaba desde el suelo desafiando con sus ramas el vuelo raso de las nubes y la fuerza del viento.
El gran árbol era el gran protector, bajos sus ramas la nieve nunca caía y en verano su sombra protegía de los rigores del sol. Fue allí, en una tierra fértil y esponjosa cubierta siempre en primavera de flores de colores donde nació una pequeña pero hermosa flor lila.
Con el paso de los días la primavera se fue extendiendo por las laderas de la montaña y por los valles profundos, la flor se hizo más bella y más fuerte. Por encima de sus hermanas ella resaltaba con sus pétalos lila y con sus hojas de terciopelo. Pero era un flor diferente, no le importaba que todos los demás la consideraran la más hermosa de las flores que habitaban bajo el roble, ella solo pensaba en el gran rio y como sus aguas bajaban las laderas de la montaña buscando el más allá, ella solo miraba al gran águila levantar el vuelo desde su nido en la muralla de piedra para perderse en el horizonte, ella solo miraba como el gamo recorría las praderas buscando su camino… y se sintió el más desgraciado de todos los seres, ella nunca podría abandonar la tierra del gran roble, nunca podría saber que existía más allá de las montañas y nunca conocería donde iban a morir las aguas del río.
Pero un día caluroso de mayo, cuando el águila buscaba la sombra fresca del árbol, la flor la llamó.
- Hermana águila, Hermana águila…
- Quién me llama
- Soy yo, estoy aquí….
El águila miro hacia abajo y descubrió a la pequeña flor
- Qué quieres de mí?
- Qué hay tras las montañas?, que puedes ver desde el cielo?
El águila majestuoso le habló de las praderas, de los extraños seres que habitaban en ellas, le habló del mar, allí donde moría el rio, le habló de los cientos de cosas que se escondían tras las montañas
- Quiero aprender a volar- Le dijo de repente la flor
El águila se rió con fuerza
-Acaso no sabes que las flores no vuelan
-Puedo aprender- Insistió la pequeña flor
-No puedes, nunca podrás, nadie ha visto por estos lugares a una flor volar
La flor se sintió triste y lloró gotas de rocío
El águila se conmovió y pensó en una solución.
-Si quieres puedo llevarte en mi pico pero… para ello tengo que arrancarte de aquí
-Si llévame contigo, por favor, llévame contigo!- le gritó la flor
Las hojas del roble sisearon con el viento…no lo hagas, no lo hagas…pero la flor insistió y el águila la arrancó del suelo y se la llevó en el pico.
La flor se elevó en el aire y pudo ver desde allí las cumbres nevadas y los campos poblados por otras flores y otros árboles que crecían en todas partes. La flor se sentía feliz como nunca se había sentido, jugó con el viento, subió montañas, bajó hasta los valles, siguió el camino del gran rio hasta llegar al mar…
-Es la cosa más impresionante que nunca he visto- quiso gritar… pero no pudo, de repente se sintió cansada, sin fuerza, se sintió mustia
-Que te ocurre?- le preguntó el águila
-No lo sé, me siento mal,
Fue perdiendo poco a poco el brillo de sus hojas y el color de sus pétalos, sintió como se le iba escapando la vida cada minuto, cada segundo. Entonces se acordó del gran árbol que la protegía de los fríos del invierno y del calor del verano, se acordó de la tierra esponjosa y suave que cubría su raíz, de su pequeño espacio en lo alto de la montaña
-Quiero volver- le dijo al águila
El águila voló y voló todo lo rápido que pudo, pero solo llegó para depositar a una pequeña flor sin vida a los pies del Roble, allí donde había nacido.

Aún recuerdo la mano de mi abuelo subiendo la montaña por el camino que conduce al gran árbol, aun recuerdo sus pasos lentos y su respiración cortada… y aún recuerdo aquella bella flor, la más bella entre las flores que había nacido de la semilla de una pequeña flor muerta, la única entre sus hermanas que pudo ver el mar

3 comentarios:

Sònia dijo...

Fins ara és el relat que més m'ha agradat. L'acompanyament musical de primera. Tot plegat genial!

Anónimo dijo...

Genial, com tot el que escrius.

Florencia Madeo Facente dijo...

Excelente. Realmente me gustó la idea que quisiste darle.
Almenos yo lo interpreté como un "morir pero haberlo intentado". Morir con la certidumbre de haber conocido al imperioso rey de las aguas: el mar.

Saludos!.